Resumen jornadas

I JORNADAS APAGA Y VeÁMONOS SOBRE LAS CONSECUENCIAS DE LA DIGITALIZACIÓN. ZARAGOZA, 24 FEBRERO 2024

Vivimos en un mundo digitalizado. Necesitamos Internet y smartphones para hacer trámites administrativos; algunos colegios han sustituído el libro de texto por chromebooks y pizarras digitales; y en algunas consultas médicas o guarderías hay pantallas de televisión encendidas continuamente. Es el momento de reflexionar críticamente sobre el uso de las pantallas y las consecuencias de la digitalización en la educación, en la sociedad y en nuestro planeta. 

El sector de la tecnología y la comunicación tiene impactos ecológicos, económicos, sociales y emocionales. Por una parte, existe un gran impacto ecológico en la fabricación de componentes electrónicos. Los equipos requieren materias primas cuya extracción genera desigualdades y conflictos. La extracción de minerales provoca guerras endémicas, como la del Congo;  países receptores de basura digital como en Ghana; o conflictos entre países para situar los servidores de Internet, como ocurre en los países nórdicos. Además, el sistema digital contribuye notablemente a las emisiones de gases invernaderos, incluso más que las emitidas por la aviación.  Sin embargo, así como en el sector aéreo se cuantifica el impacto ambiental que genera, en el sector digital no existe ningún control y está en continua expansión. 

Existen vínculos entre la economía y la digitalización. Internet utiliza algoritmos para filtrar los datos que buscamos, es decir, con información previa aporta otra información. Sin embargo, esta herramienta es subjetiva y funciona como una mercancía. Internet es gratis porque se venden nuestros datos y las plataformas muestran publicidad en base a nuestros intereses. La inteligencia artificial empieza a sustituir puestos de trabajos, como es el caso de los guionistas de Hollywood que, tras huelgas y protestas, lograron paralizar su uso en el sector. El algoritmo se utiliza cada vez más, en algunos colegios de Estados Unidos sirve para evaluar profesores y despedirlos si no cumplen lo establecido. Pero el algoritmo está entrenado en base a la experiencia humana, tiene prejuicios humanos y, en ocasiones, puede tener connotaciones machistas o racistas. 

La digitalización tiene un impacto emocional y contribuye a cambiar la sociedad y la forma de relacionarnos. La sustitución  de oficinas físicas para atender a los usuarios en los distintos sectores hace que muchas personas se sientan aisladas por no disponer de conocimientos ni equipos apropiados para realizar los trámites como ocurre en los bancos o en la administración. El COVID-19 produjo una aceleración exponencial de la digitalización en los encuentros sociales que se ha normalizado con videollamadas o clases online. Existe una disolución comunitaria y actualmente son frecuentes las asociaciones o plataformas que se comunican únicamente a través de Whatsapp o Telegram. También, ha cambiado la forma de conocer gente, los bares ya no están de moda sino que se utilizan plataformas de Internet en las que el algoritmo selecciona las amistades con las que podríamos encajar. 

El uso de la digitalización afecta a nuestra salud. Nuestro cerebro, ante una pantalla, genera cortisol y dopamina. El cortisol es la hormona del estrés y genera ansiedad si se produce en exceso. La dopamina es la hormona del placer y causa adicciones. Además, la luz azul de los dispositivos móviles altera la melatonina que es la hormona del sueño y genera problemas para dormir.

En las consultas de pediatría se han constatado retrasos del habla en niñas y niños de 0 a 3 años que sufren sobreexposición a las pantallas. En esta época es importante generar figuras de apego y vínculos a través del juego y del contacto físico para sentar las bases del buen desarrollo emocional y adquirir el lenguaje. El aprendizaje está basado en la curiosidad, imitación y experimentación, por eso es necesario estimular todos los sentidos, no solo la vista y el oído, que son los que se estimulan con las pantallas. Hasta los 3 años conviene evitar cualquier tipo de pantalla; de los 3 a los 6 años, un máximo de 30 minutos al día; de los 6 a los 12 años, una hora al día, bajo supervisión y sin utilizar redes sociales; y a partir de los 12 años, dos horas al día, sin contar el tiempo dedicado al trabajo académico, y formando a los adolescentes para que sean conscientes de los riesgos que implica su uso. En general, con el tiempo empleado frente a la tablet, el ordenador y/o la pizarra digital en los colegios e institutos, ya se cubre el tiempo máximo recomendado.

Además, el uso de pantallas genera adicción, de hecho las aplicaciones están diseñadas  para ser adictivas y así maximizar su uso y sacar el mayor beneficio económico. Las pantallas provocan el “efecto túnel” que limita la capacidad de percibir estímulos fuera de la atención focalizada, similar a lo que le ocurre a un ciervo cuando ve unos focos de un coche en la carretera. La luz, el sonido y el movimiento captan la atención por eso son tan atractivas, sin embargo no se produce una aprendizaje activo. Abusar de los dispositivos hace que la vida real parezca monótona, lenta y aburrida, ya que los contenidos en la red tienen cambios rápidos de escenas. El móvil y la tablet no pueden utilizarse como cuidadores o canguros porque su efecto hipnótico mantiene quietos a las niñas y niños durante un rato, pero produce un efecto rebote. La corteza prefrontal del cerebro, encargada de regular la toma de decisiones e inhibición de las conductas, no termina de desarrollarse hasta los 20 – 25 años de edad. Lo que quiere decir que el cerebro infantil y adolescente necesita cerca un adulto que limite el tiempo de uso de las pantallas.

En este mundo digitalizado, ¿qué se puede hacer para frenar el uso de pantallas? Últimamente están apareciendo numerosas iniciativas que pretenden hacer conscientes a la población de las consecuencias de la digitalización. En Francia, existe una asociación (Écran Total) que lleva años intentando frenar la digitalización en el trabajo, en la administración y en la vida cotidiana, mejorando de esta manera, las relaciones humanas. Se organizan por barrios y tienen reuniones presenciales periódicas para decidir qué acciones hacer. En los colegios, han informado a profesores sobre el uso de las tablets; se han movilizado para impedir que los smartphones sean obligatorios en el ámbito de la salud; han defendido la sustitución de los taquilleros de estaciones como la de Tolosa por máquinas expendedoras de billetes; y han hecho una llamada a la población para deshacerse de los smartphones, que tuvo mucha repercusión en la prensa. 

En España existen asociaciones de reciente creación como la plataforma APAGA Y VeÁMONOS o Adolescencia libre de smartphones, que pretenden informar e idear acciones para frenar la digitalización en el ámbito educativo y familiar. Otras asociaciones como Ecologistas en Acción han realizado folletos informativos y dan charlas informativas. Ayuntamientos como el de Getafe, ofrecen espacios lúdicos a niños y adolescentes mientras sus familias asisten a charlas sobre el peligro de las pantallas. Cada vez hay más familias interconectadas que pactan que sus hijos e hijas no utilicen móvil hasta una edad determinada. Y son frecuentes las asociaciones de familias que luchan por desdigitalizar las aulas y volver al libro de texto, tal y como está ocurriendo en los países nórdicos. Además, la docente Ángela Sánchez Pérez Merino ha presentado casi 80.000 firmas al Congreso de los Diputados para prohibir el uso de móviles a menores de 14 años. En sus intervenciones ha transmitido la preocupación de la población por el uso desmesurado de pantallas y por la agresividad a la que nos están orientando inconscientemente y el Congreso se ha comprometido a actuar y prohibir el uso del móvil en espacios educativos.

En resumen, el buen uso de la tecnología no existe. Existen personas preparadas y no preparadas. La sociedad acepta la digitalización sin plantearse las consecuencias por eso es necesario ofrecer información colectiva a la población, a los docentes y a las familias para idear acciones conjuntas que permitan la desdigitalización. Es necesaria una campaña orientada a la infancia y adolescencia, que permita ofrecer alternativas sociales al uso de pantallas. La pregunta no es tanto “¿qué tierra dejamos a los niños?” como “¿qué niños dejamos a la tierra?”.

Deja un comentario

Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar